Florerito
de cristal
La Tía Isa,
era alta, rubia y de ojos azules, ejercía como profesora de dibujo en la
Universidad de Buenos Aires y compartía su vida con mi padre. Ambos descendían
de alemanes, manteniendo las costumbres de su tierra natal, siendo austeros en
su estilo de vida.
Días antes
de la toma de las Islas Malvinas por parte de los ingleses, mi padre y la Tía
Isa nos visitaron en Lima. La Tía Isa se hospedó cerca del sanjón en
Miraflores, mientras mi padre se quedó con nosotros.
Un trágico
accidente en la bajada de Armendaris dejó a mi padre gravemente herido, gracias
a un militar que estaba allí, lo llevaron a tiempo al hospital militar y
milagrosamente le salvaron la vida. La Tía Isa, todos los días, estuvo a su
lado. Sentida por lo que había pasado, un día nos regaló a mi hermana y a mí un
pequeño florerito para cada una, el mío es de cristal y nos dijo: "Para
que se acuerden de mí cuando yo ya no esté".
Un año
después de ese accidente, la Tía Isa falleció y mi padre vino a vivir con
nosotros.
En mi
caminata diaria por el parque, escojo la más bella flor para mi pequeño
florerito de cristal.
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