Mario Vargas Llosa: Cartografía del poder y la libertad




En 2010, la Academia Sueca le otorgó el Premio Nobel de Literatura. “Por su cartografía de las estructuras del poder y sus incisivas imágenes de la resistencia, la revuelta y la derrota del individuo”. Vargas Llosa estaba en Nueva York, eran las 5:30 a.m., y su esposa Patricia apareció con el teléfono: el secretario perpetuo de la Academia Sueca le comunicó la noticia. (Estaban en un hotel en la Calle 57, donde Isabel Allende lo esperó todo el dia para felicitarlo y darle un ramo de flores). La noticia cambió su vida: comenzaron a pedir traducciones de sus libros desde muchos países, y más de 100 personas lo acompañaron a recibir el premio.


Cada año, Mario presentaba candidatos al Nobel. En su discurso, citó: “Esas vidas de mentira que la vida verdadera nunca nos dará”.

Su novela "El sueño del celta", basada en la historia de Roger Casement, explora el horror del colonialismo en África e Irlanda. Luego llegaron "El héroe discreto", "Cinco esquinas" y, en 2018, "La llamada de la tribu", una autobiografía intelectual sobre siete pensadores liberales. En ella, reflexiona sobre la libertad, su gran motor personal.

En octubre de 2017, en Barcelona, se pronunció contra el independentismo catalán. Siempre firme en sus ideas, dijo: “Cuando me he sentido abatido, la literatura ha sido mi tabla de salvación”. Para él, escribir es convertir lo imposible en posible.

Admiraba a Sartre, el cual decía, que un intelectual no puede ser un simple espectador.

Sus libros favoritos: Madame Bovary, La guerra y la paz, Los Miserables y su propia novela La guerra del fin del mundo. Adicto al cine y a la canchita, mitad salada, mitad dulce, participó como jurado de festivales de cine y paseaba por las casas de los escritores que admiraba, como la de Víctor Hugo.

Escribía a mano y luego pasaba todo en limpio en computadora. Reordenaba los capítulos hasta encontrar la mejor estructura narrativa. 

 Aunque nunca publicó en francés, dio un discurso de dos horas en ese idioma con impecable fluidez.

Los franceses aman su obra. 

En Londres —donde vivió 20 años—, se convirtió al liberalismo. 

Asumía cada compromiso con responsabilidad absoluta. “No se puede vivir sin pasión ni libertad”, decía. Por eso, cuando recibió el Nobel, fue más que un reconocimiento literario: fue un homenaje a toda una vida dedicada a pensar, escribir y actuar con convicción.

Hasta el mièrcoles pròximo.

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