Título: Bajo el Cielo de Madrid
Capítulo 1: Un Encuentro en el Aeropuerto
Agosto de 2023. Desde la puerta seis del terminal
cuatro del aeropuerto de Madrid, escribo estas líneas. La espera es por mi
amiga Karen, quien me advirtió en un mensaje:
- Mi alarma sonará
a las 6:30 a. m.
El reloj marca las 5:50 a. m., decido aguardar
hasta las siete para informarle que ya estoy aquí. Durante el vuelo, ajusté mi
reloj, sumándole siete horas. En un parpadeo, el reloj marcaba las 17:30,
otorgándome cinco horas para leer, jugar y ver películas, antes de reposar y
prepararme para el siguiente día.
La aerolínea brindó cena y café para el desayuno,
me quedé con un poco de hambre. Las preguntas en Migraciones se limitaron a mi
duración en Europa, sin mayores complicaciones.
A las 6:04 a. m., el mensaje de Karen llega:
- ¿Cómo estás?
- Hola, muy bien,
ya estoy en la terminal cuatro.
- ¿En serio?
Perfecto. Me cambio rápidamente y voy, estamos a un paso.
- Te espero en la
puerta seis.
El reencuentro es cálido, los abrazos reflejan la
alegría. Karen, con su Volvo azul, guarda mi maleta en la parte trasera. Su
casa es hermosa, una puerta corrediza blanca revela una única planta rodeada de
jardines, con piscina y tres perros que juegan.
Capítulo 2: En Tierra Ajena
Instalada en el confortable sofá cama, disfruto del
aire acondicionado que alivia el calor sofocante de estos días. Karen y yo
sacamos a Maca a pasear. Su vecindario, sereno, alberga casas con jardines
encantadores. Un gatito herido frente a una casa nos llama la atención.
Regresamos para llevarle agua. Pero al regresar, el gatito ha desaparecido.
Karen contacta a su grupo de WhatsApp "Ayuda a los Animales". Más
tarde, nos avisan que lo tienen en una casa. Junto a los hijos de Karen,
llevamos guantes y una toalla. Llegamos a la casa y dos señoras también están
allí, pero el gato se escabulle por la reja.
La dueña solía alimentarlo y menciona que ha pedido
al jardinero veneno para ponerle fin a su sufrimiento. Karen sugiere llevarlo a
un veterinario, un gesto más humano. La discusión sobre la vida y la compasión
deja una impresión profunda.
Capítulo 3: Días bajo el Sol
Los días transcurren con sencillez. Desayunamos y
salimos de compras. Mi cesta se llena de galletas, jugo y helado. Mientras
compartimos la piscina con Chela, Pipo y Maca, los perros, el sol acaricia
nuestras conversaciones.
La tarde nos encuentra relajadas en la terraza. El
cansancio se apodera de mí y me quedo dormida por una hora, hasta que Karen me
despierta. La noche llega y nos encontramos cenando pizza y ensalada,
acompañadas por David y Valeria.
Las risas y los momentos compartidos sellan la
jornada. El vino fluye, pero opto por el agua, ya que estoy satisfecha. Bajo el
cielo de Madrid y nuestra amistad se fortalece. Me cuenta que un cuarto perro
adoptado está por llegar de Lima. Su dedicación a los animales siempre había
sido inspiradora.
La noche llegó con su manto
estrellado, y el cansancio se adueñó de nuestros cuerpos. Después de asegurarme
con media pastilla, me sumergí en un sueño reparador, ansiosa por las aventuras
que aún estaban por venir.
Capítulo 4: Bajo el Cielo de Madrid
El amanecer me recibió con
una sensación de alegría mientras me dirigía a la cocina, convencida de que
eran las 10:30 a. m. Sin embargo, el reloj me recordó que eran las 11:30 a. m.
En la cocina, me encontré
con Santiago, cuya simpatía había dejado una huella en mí desde que era niño. Karen
me llevó a Ikea, nos gusta ver muebles y decoración, también visitamos el
centro comercial norte, donde encontré un vestido hermoso. El hallazgo me llenó
de satisfacción, aunque el tiempo y la elección de no comprar zapatos quedaron
reservados para mi próxima parada en Italia.
Después de un cambio de
ropa, nos aventuramos a un restaurante cercano, donde las conversaciones
fluyeron mientras disfrutábamos de las delicias locales. El atardecer pintó el
cielo con tonos cálidos mientras las conversaciones se desvanecían en susurros.
Capítulo 5: Despedida de Madrid
Me levanté tardísimo, el
reloj había perdido importancia en esos días de transición. La casa parecía más silenciosa esa mañana.
Me encaminé hacia el baño, el agua tibia resbaló por mi piel, un recordatorio
de que la vida sigue su curso. Después dé un reconfortante desayuno, agarré una
manzana, consciente de que sería mi último bocado en Madrid antes de partir
hacia Italia.
Recorrí cada rincón de la casa con la mirada, agradeciendo en silencio por todos los momentos compartidos. Al salir noté que el felpudo de la casa, tiene los nombres y las fotos de sus anteriores perros.
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